HISTORIA
PERSONAL
De
niña fui enclenque y delgadita,
pero
no quise morirme de parto,
ni
de anemia,
ni
difteria.
Me
sostuvieron.
Crecí
despacio, al calor.
Coleccionaba
cromos, chapas y espejitos,
rezaba
para que lo del fin del mundo fuese una mentira
y
oía por las noches recitar al gato.
Me
trasplantaron.
Vieron
desde entonces mis ojos otras luces,
lloraron
otros llantos,
se
bañaron mis pies en otros mares,
mi
padre nos dejó
y
olvidé dónde escondía los espejos.
Después,
he construido cientos de escenarios
donde
representar papeles que me venían grandes,
o
eran falsos.
Ahora
improviso, aunque me falle el texto.
Se
me han caído tantas veces los palos del sombrajo
que
prefiero andar al sol, aunque me queme
De
todo me creí maestra
cuando
apenas pasé del parvulario.
Solo aspiro a ser buena persona.
Y
aquí estoy,
con
algo de valor en la maleta,
las
manos al timón de la memoria
y
todo el hierro que un día me inyectaron en las venas
convertido
en una droga fatal:
la
Poesía.
No
me cerréis el alma compañeros.
Descalza
llego.
(© Berta García.- todos los derechos reservados)